lunes, 31 de mayo de 2010

la intimidad en el transporte público

El viernes pasado, en el tren que me llevaba a la uni, tenía a un hombre dormido como compañero, delante mío. Debería estar tan a gusto que, a los dos minutos de trayecto, empezó a roncar. Hasta allí, nada sorprendente. El caso es que el hombre debió estar soñando algo suculento, porque entonces empezó a babear. Un hilillo de baba le caía de la boca hasta la mochila que tenía entre sus brazos, suave y pegajosa, se iba haciendo hueco en el mundo y en mi mañana ininterrumpidamente.
Era asqueroso, pero muy divertido a la vez.
En estas estaba, mirando la baba del hombre con cara de asco pero con una sonrisa (y no podía dejar de mirarla, tenía ese morbo vomitivo que hace que las películas gore tengan público) cuando el tío se despertó de repente, como si hubiese notado mi mirada punzante. Pegó un pequeño gruñido modo cerdo y se dirigió a mi con mirada desafiante (o eso me pareció). Qué miedo!
Inmediatamente yo di un pequeño saltito del susto y hice ver que miraba hacia otro lado, por la ventana primero, al libro que tenía entre mis manos después.
Disimulé porque me daba vergüenza que ese hombre supiese que había estado observando como segregaba fluidos sin su permiso, me había inmiscuido en su intimidad, y cuando él se dio cuenta, intenté disimular inútilmente. El allanamiento de morada ya estaba hecho. Pero me sabía mal que él se hubiese dado cuenta de que había estado haciendo el ridículo y que yo fuese la cómplice, la testigo y verdugo que tenía que juzgar ese acto íntimo en medio de un lugar enormemente público.

Me encanta el transporte público. En él los cánones sociales están totalmente presentes. Y cuando se nota su ausencia, resultan una fuente constante de anécdotas.

lunes, 10 de mayo de 2010

basura familiar

El otro día mi madre (que desde que llegó la TDT me tiene preocupada, en ocasiones aguanta Intereconomía más de 15 minutos) contaba que la tele basura es algo reciente, de diez años para aquí, más o menos desde la primera edición de Gran Hermano. En aquel momento no la rechisté porque yo soy un poco lenta en esto de pensar y porque cualquiera le contesta cuando está de mala leche, y aquel día lo estaba, pero hoy en la ducha me he puesto a pensar y me ha salido una de esas reflexiones metafísicas rollo Forrest Gump, recordando mi infancia. Así que ya tengo réplica a mi madre: no señora, la tele-basura existe de antes, otra cosa es que disfrazaran al lobo del corderito de entretenimiento familiar.

¿Y porqué digo esto? Para argumentar mi punto de vista debo reconocer una cosa que considero algo vergonzosa: en mi casa, cuando eramos pequeños, se veían todos y casa uno de los programas de Ramon García, desde el Gran Prix hasta el Qué apostamos. Y me gustaban, si si, me gustaban. Era joven e inexperta, no tenía criterio y no sabía lo que hacía. La otra cara de la moneda es que desde los 90 se ha puesto cada mediodía cristianamente Los Simpson. Ya se que no es excusa, pero es algo.

Pues bien, hoy me he acordado de una prueba de uno de esos concursetes. Un padre de familia tenía que conseguir llorar en el plató, en vivo y en directo, en menos de un minuto. El tío lo había ensayado en casa y lo había conseguido, había llorado así, porque sí. Durante el directo era más difícil, claro, por los nervios, las cámaras y todo eso (recuerdo un primerísimo primer plano a su ojo que me impactó, nunca antes había visto un ojo visto desde tan cerca, que feo me pareció) pero contaba con la ayuda de su querida familia. Sus hijos y su mujer le conocían bien, y le animarían a hacerle llorar. Y así fue. Todo el clan entero grito cosas como “acuérdate de tu madre, que murió hace poco, piensa en ella, en su enfermedad y en como la echas de menos.” o “acuérdate del perro que se mató cuando eras pequeño ”. Y perlitas así.

Por cierto, el padre no consiguió llorar. Perdieron, y la familia se llevo un cabreo impresionante. Creo que ese pobre hombre durmió en el sofá esa noche. Así que, por favor, si no consideramos basura a un programa donde una mujer le grita a su marido cosas sobre su madre muerta para hacerle llorar, no sé lo que es entonces. Cosas más ligth se ven ahora en los platós de Telecinco y se considera mucho peor, lo que pasa que al menos van de cara, y saben que están haciendo mierda televisada.


Así que mamá, si lees esto (que lo leerás mañana en la oficina porque te pienso enviar un e-mail con el link de mi blog y sé que lo mirarás) te digo virtualmente que la tele-basura no empezó con Tómbola y luego se expandió cuál trama de corrupción, no; la tele-basura ya estaba allí, escondida bajo la capa de Ramonchu.

lunes, 3 de mayo de 2010

cronica del comienzo de un día que se prevee desastroso

Esta mañana cuando me he despertado llovía bastante. Y como suele pasar en esta parte del globo cada vez que llueve, todo va más lento, más mal. El camión de la basura que suele pasar por debajo de casa a las ocho menos algo, cuando me suena el despertador, no ha llegado hasta las 8.30. Vaya día me espera, no hace ni una hora que me he despertado y ya tengo un dolor punzante en la cabeza. Solo hay dos momentos en que tengo este tipo de dolor: cuando tengo resaca (eso fue ayer) y cuando la presión atmosférica está baja (eso fue el viernes, el sábado y hoy.) Conclusión: llevo más de tres días con jaquecas. Shit.

Así que he decidido pasar una mañana tranquila. Me he puesto un capítulo de "arròs covat" mientras me vestía y desayunaba un café y unos cereales. Juanjo Saez es el mejor antídoto contra el tedio. Me he quedado con una frase que me ha sacado la primera sonrisa del día: “m'encanta aquesta ciutat. Sempre hi ha algú més friki que tu.” El dolor de cabeza ha arreciado unos 10 mins, pero luego ha vuelto, irremediablemente. Hoy solo tengo tres horas de clase, y se pasan ligeras con don Perceval, nuestro genial profesor de periodismo cultural. El hecho de que ahora esté escribiendo esto va a ser la causa de que llegue tarde a clase. Pero me da igual. Soy estudiante, y estos años son los únicos en que podré permitirme el lujo de posponer mis obligaciones hasta cuando me venga en gana.

Me espera un día duro: clases, comida en la uni, mails a diferentes personalidades que probablemente me ignorarán, llamadas a un par de políticos locales, señora Montserrat, y entrevista con mi primo el que estudió cine para un trabajo. Creo que este será el único momento en que esté tranquila. Me voy ahora, llegaré probablemente de aquí 12 horas a casa y tendré que seguir trabajando. Lo haré todo encantada si el cielo se disipa un poco y esta jaqueca desaparece, pero sino... hay de quién me tenga que aguantar!




-nota postmatinal escrita en los ordenadores de la uni-: realmente, en el Mediterráneo no estamos acostumbrados a las mañanas de lluvia. La autopista de al lado de la UAB estaba más llena que nunca.