Leo en El País Semanal la nueva invención de nuestros queridos e ingeniosos amigos anglosajones: el Deathbook, una suerte de red social para que las personas que ya vean el final de su camino puedan preparar todo bien, y conseguir enviar mensajes de cariño o recordatorios a sus familiares cuando estén en un sitio mejor.
Me parece curioso y algo macabro este invento. Leyendo el artículo, no he podido evitar acordarme de un comentario que me hizo mi hermano: tenía agregado al Facebook a un conocido de la familia, un chaval del pueblo de mi abuela, que por desgracia murió en un accidente de coche con 21 años. Si ya el hecho en sí es oscuro y nos inquietaba y entristecía a todos, cuál fue la turbación de Dani cuando abrió su página de inicio del Facebook y leyó que alguien había actualizado el estado del difunto poniendo palabras de agradecimiento, de forma que parecía que el chaval estuviese sabiendo como la gente se tomó su muerte vía online.
Ver ese mensaje te puede parecer reconfortante, te puede hacer sonreír. Pero también puedes tomártelo como Dani lo hizo: para él, ese chico se estaba comunicando con ellos desde el más allá, aunque en realidad lo hubiese escrito otra persona. Y, como humanos cagados de miedo que somos, nos asusta que un muerto intente decirnos algo desde sitios desconocidos.
Yo no soy anglosajona, y tengo una visión menos práctica y más espiritual de lo que es la muerte, quizás por eso veo con escepticismo la idea del Deathbook. Para mi es una cuestión de intimidad: es cierto que las redes sociales e Internet pueblan nuestra vida, pero este hecho no conlleva que deba pasar lo mismo en caso de defunción. Cuando mueres, pues ya está, te has muerto, y no importa nada, y menos algo tan banal como una red social. Es más, cuando te mueres, pues como que tu característica innata de socialización ya no existe. ¿es necesario tener que estar preocupado por lo que piensen los demás incluso después de muerto? Que situación tan triste, entonces.
Es bonito preparar algo, es bello tener la certeza que tus familiares guardan algo de ti después de muerto, por eso la idea en si me gusta, el hecho de afirmarle a tu hijo que tu amor hacía él no desaparecerá nunca, o de recordarle a tu mujer que ella fue la última imagen que viste antes de ir a echar un café con Dios, es precioso. Pero creo que es mucho más intimista y humano escribir algo con un boli Bic en un trozo de papel o dejar una foto tuya en un sitio especial. Quizás tengo una idea demasiado romántica, en su versión literaria, de la muerte, pero creo que, si los familiares reciben este tipo de mensaje, debe ser sin peligro a que se caiga la conexión.
Por favor.
domingo, 1 de noviembre de 2009
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2 comentarios:
just avui he llegit el mateix article x internet,
estic d'acord amb tu, acomiadar-te dels teus és una cosa que, per mi, hauria de ser molt més íntima, no sé, crec q no cal publicar-ho per un deathbook o com li vulguin dir. coses com el facebook stan frivolitzan un mun les relacions entre persones
a mi tmb m hubiese impactado n m extraña...
que heavy, el facebook deberia tener unos limites!
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