
“las oportunidades marcan nuestras vidas, incluso aquellas que dejamos pasar”, o eso dice Brad Pitt/Benjamin Button en un momento dado de las tres largas (pero distraídas) horas de película.
Somos los hijos de una oportunidad. Los hijos de toda una generación que se buscó la vida de una forma que nosotros no entendemos ni experimentaremos. Nuestros padres se marcharon a la ciudad para encontrar nuevas oportunidades y dárnoslas también a nosotros.
Somos esa generación de medio perdidos: en las ciudades abundamos y en el pueblo no nos quieren tanto como a los nativos, pero nos acogen: los niños que salieron de la movilidad hacía la ciudad, pero cuyo origen es el campo. Intentamos aprovechar esa oportunidad que nos dieron nuestros progenitores: abrimos nuestra mente y somos resistentes físicamente, consiguiendo, vanamente o no, coger lo mejor de los dos mundos en los que vivimos: el campo y la ciudad.
Momentos así hay cada año. Pero poco a poco e inevitablemente todos hemos cambiado. Hemos crecido. Creo que una de las pocas cosas que queda en común con esos primeros años es esos colchones cada vez más hechos polvo y… la birra.
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