Oficialmente, creo que estoy teniendo un principio de ataque de pánico. O quizás esta ansiedad que ha hecho que mi estómago se gire y empiece a hacer flexiones como un marine americano viene dada por las ganas inmensas que tengo de alzar el vuelo y pirarme de una Barcelona a la que amo pero que tengo ganas de dejar. ¿Es miedo o es ilusión? Curiosos sentimientos, tan dispares pero que se suelen mezclar muchísimas veces.
Creo que es miedo. Es ese tipo de miedo que nos da cuando nos bañamos en el océano y vemos que la corriente es fuerte y que puede que nos arrastre, ese miedo que sentía el otro día en les olles de Bot, cuando mi amigo Cristian se encaramó a lo alto de una roca y se tiró al agua en un pequeñísimo paso y a una gran altura, haciendome pensar que se partía la nuca allí mismo. Es ese miedo bastardo, que nos empequeñece, nos da una ostia en la mejilla y nos hace dar cuenta que por muy seres racionales que seamos, somos minusculos comparados con la naturaleza y con el tiempo. El tiempo corre imparable, y yo no quiero que pase, o si quiero, qué se yo, solo se que no lo puedo parar y eso me hace sentir débil.
El tiempo corre, y yo tengo miedo. Tengo miedo porque en 19 días me voy y ni siquiera tengo piso, hablo fatal el idioma, no me he hecho el pasaporte, ni el carnet de estudiante internacional, y encima tengo la recuperación de Mr. Vallès por allí acechando. Tengo miedo por Jaime, mi hermano solo 15 meses más pequeño que yo, al que odio muchas veces porque es la persona más distinta a mi que conozco, pero al que amo porque aparte de mi hermano es uno de mis mejores amigos. Tengo miedo porque Jaime se va a Australia a vivir un año. Tengo miedo de perder el contacto con él, de que no sepa nada de su vida en un mes y que no importe. Tengo miedo a no echarle en falta.
Pero en el fondo, tengo miedo porque se va a la otra jodida punta del mundo. Es tan lejos que no me lo puedo imaginar. 30 horas de vuelo. Brisbane, la punta oeste del pequeño continente. Jaime pasará a ser uno de los pilares de mi vida a ser un desaparecido que vivirá totalmente al contrario que yo: cuando en Italia sea de día, allí será de noche. Cuando en Europa sea invierno, allí verano. Incluso llegará a 2011 antes que el resto de la familia. Nosotros, que cada mediodía del 31 de diciembre siempre reíamos curiosos con las noticias de la Antena 3 cuando decían “en Australia ya es el nuevo año”. Este 31 de diciembre en vez de risas, habrá un silencio incómodo. Un silencio que nos recordará que el pequeño de la familia está allí, avanzado, en otro año, y tendremos miedo de pensar que todavía tendrán que pasar meses hasta que le volvamos a ver.
Tengo miedo a que llegue el 9 de septiembre, día en que Jaime coge su vuelo rumbo a Australia, y tengo pavor a que llegue el 14, día en que yo cogo mi vuelo Spanair rumbo a Venecia. ¿Y después? Que hay después del 14 de septiembre? Todo lo veo en blanco después.